Maximiliano Perinetti.
Seguir indagando el concepto de ética es quizá la forma recurrente de buscar en nuestro acto algo del real que se nos escapa, en esta tarea me encuentro.
Ahora bien, podríamos decir que la ética es más una disciplina que un concepto, como podría ser el de libertad por ejemplo, el cual, a pesar de ser difícil o imposible de circunscribir a una totalidad de criterio, no se autodetermina como modelo a seguir para conseguir su fin.
En todo caso, cada uno podrá sentirse libre como resultado de usar otras herramientas para conseguir este estado, pero no se puede ejercer la libertad misma como método para conseguirla, puesto que si lo que se desea es llegar a este estado, es porque se esta privado de él, aunque sea según el criterio de cada uno.
Creo que no elegí el mejor término para ejemplificar o, en realidad, creo que tendría que generalizar el sentido que le daré al concepto de ética a todos los conceptos plausibles de transformarse en herramientas de acción, quiero decir que el mejor camino para conseguir determinado estado subjetivo y social es transformando el adjetivo en verbo, ejerciéndolo. Valga entonces la extensión y en todo caso que sirva el fallido ejemplo como ejercicio de pensamiento que nos introduce de lleno en la estructura de lo que sigue.
Como decía, la ética como concepto, encierra el uso de esta misma herramienta para conseguir resultados éticos en la práctica, entonces pasa a formalizarse como una disciplina más que como un concepto del que cada uno puede servirse a su antojo.
Tendremos que enfocar entonces, dada nuestra posición teórica, esta disciplina siguiendo los mismos criterios que usamos en psicoanálisis cuando lo tomamos como disciplina además de cómo teoría.
Es decir, una disciplina que cuenta con una parte práctica, una teorización sobre esta práctica y una evaluación por parte de comités.
Esto se debe a que la ética, como otras disciplinas, es un proceso de continua construcción social, producto y producción.
Pongamos un ejemplo casuístico, un sujeto acusado de un delito que no cometió se ve privado de su libertad por la fuerza, se le propone que declare en contra de un delincuente que, si bien es de mal vivir, tampoco ha cometido el acto por el cual a él se lo acusa.
Tenemos aquí una clara división entre el estado de libertad, que puede ser usurpado por la fuerza, y el análisis ético del caso, facultad que nunca puede ser usurpada por otro, sino que siempre dependerá de cada sujeto en cada acto y en cada decisión, sea esta consciente o no.
El sujeto puede optar por declarar lo que sabe es mentira y libertarse físicamente a condición de sacrificar su criterio ético, ya que este está involucrado con la verdad y el orden de reparto equitativo, como veremos más adelante, y que en este caso sería que ninguno de los dos sujetos permanezca en la cárcel, o elegir no declarar, con lo cual permanecería preso, pero con lo que algún religioso podría llamar “libertad de consciencia”, algo mucho más metafísico que no cabe en este lugar su discusión.
Cada cual que elija, no seré yo quien juzgue, a lo sumo quien se defienda.
Lo que me proponía con este ejemplo era demostrar el carácter lógico de las proposiciones éticas, a diferencia de antaño, donde se confundía ética con moral, acá vemos que si bien se parte de ciertos presupuestos tomados como ciertos, esto no desacredita en nada el dilema ético que se pone a trabajar a partir de estos presupuestos; dados A, B y C no importa cuan ciertos sean estos, sino la relación que nosotros establezcamos luego con estos elementos a partir de su interjuego y según las definiciones dadas para A B y C.
Podríamos llegar a un acuerdo con quienes califiqué de metafísicos, diciendo que lo que no puede perderse, a no ser que se ceda, es no la libertad, sino la “capacidad” de establecer relaciones lógicas entre conceptos, casi no es otra cosa la ética que esto, en vez de armar algoritmos lógicos sobre la base de números no representativos de nada, les asignamos un “valor” a estos y luego especulamos con ellos.
El dilema comienza cuando se trata de enunciar un valor supremo por sobre todos los demás, el Otro al cual poner como eje del resto de los valores y desde el cual distribuir los subsiguientes en pro de conseguir determinado fin, Aristóteles lo hacia con el Bien, como le enseñó su maestro Platón, aunque modificando este concepto para hacerlo más “terrenal” pero no por eso menos universal.
Entonces partía en sus definiciones de ética, que enmarcaba dentro de la política -cosa que conlleva también un criterio de inclusiones por grado de importancia- desde el fin que esta se proponía, a su entender el bien común, ya que este era el fin de la política según su criterio.
No estando en desacuerdo con esto, estoy personalmente de acuerdo con la búsqueda del bien común, pero haciendo disquisiciones conceptuales como lógicas, debo decir que el error aristotélico es pensar los conceptos como pensaba los planetas, orbitando.
Mejor asimilado con un pensamiento estructural o incluso en red, el dilema que planteo ahora desde estos criterios, es qué gran Otro situaremos en cada caso, para luego pensar si tal o cual acto se sostiene en qué ética.
Dado que el Otro en tanto tal no existe, será cuestión entonces de rastrear hacia qué, y desde qué Otro fueron concebidos A, B y C en cada caso, ya que este Otro permanecerá inconsciente para quien o quienes integren en determinada situación práctica un determinado problema ético a discernir por ser partícipes del dilema.
Entonces en estos casos de comités de ética, así como en la clínica, el efecto que se buscará será retroactivo al discurso de los sujetos partícipes y no olvidando, en “todo” caso, y este enunciado corriente encierra el dilema en cuestión, que nuestra ética como psicoanalistas está en el bien decir.
Que paradoja!, y bueno, nos sostenemos muchas veces en paradojas.
Tuve el agrado de leer unos interesantes textos transcriptos lo mejor que se pudo de unos discursos dados por J.A. Miller y E. Laurent en donde se hablaba de este dilema, allí Laurent recordaba para algunos, informaba para otros, acerca del dilema de Condorcet, dados A, B y C, se tenía que buscar un orden de preferencias que respondiera al bien común, entonces se decía que si A era preferible a B y a su vez B era preferible a C, debíase acordar una ley de transitividad por medio de la cual A por ser preferible a B (que es preferible a C) fuera entonces también preferible a C, de lo contrario se caería en el dilema de Condorcet (Economista) el cual establecía la imposibilidad lógica de un acuerdo común debido a esta propiedad discursiva de poder preferir A sobre B pero no sobre C, en suma lo que se buscaba era un Otro que legislara de forma universal, pero la realidad es lo contrario, de ahí que existan las funciones de excepción.
Entonces el dilema ético nos sigue dando vueltas en la cabeza. Y por esto en el título del presente se anticipa... las éticas.
Pero entonces todo está permitido se podría decir, y sin embargo no, o mejor expresado, todo lo consensuado está legalizado y las cosas que quedan por fuera del consenso se deben dirimir caso por caso.
Aquí aparecen los conceptos de estructura, red, comunidad.
Para validar un criterio determinado, se debe recurrir a la estructura que lo contiene, esta estructura, por estar en relación con otras estructuras y por contener lazos relacionales que la conforman, tendrá una formación en red, sea como fuere, ramificada, centrada, descentrada, en cascada, se encontrará en continuo flujo y conformando determinados nodos o comunidades más o menos delimitadas, cada uno de estos nodos debatirá sus principios éticos a seguir, aunque sean mínimos y se puedan reformar, gozarán de un tiempo de validez universal para cada miembro de dicha comunidad, y estos serán consensuados siguiendo el mejor criterio de bienestar común y equidad distributiva, es decir que lo que conviene a la colmena conviene a la abeja.
Pero esto no siempre es vivido así por los participantes de la colmena, y empiezan a existir excepciones que sirven para amortiguar el malestar de quienes no se sienten beneficiados por lo que se considera la mejor opción.
Estos, si llegan a convertirse en gran cantidad, pueden o bien reformar determinada cosa o bien armar una nueva formación comunal aparte.
Sea como fuere, lo que se ve en estos interjuegos es el armado continuo de criterios éticos para consolidar prácticas determinadas, quiero decir que el factor que posibilita que se puedan efectuar estos cambios, estas idas y venidas, es el factor ético que regula continuamente el para todos y el para cada uno, la ética como disciplina que se ocupa de dilucidar continuamente la manera en que un orden de reparto conlleve, en la medida de lo posible, a los mejores beneficios para cada parte, es la herramienta conceptual encargada de velar por la justa horizontalidad de criterios a enfrentar, sin privilegiar unos sobre otros, sino sabiendo que todos se apoyan en los otros para poder existir en el tramado relacional de construcción de la realidad.
Aquí podemos recordar el problema de los presos y los circulos de colores que plantea Lacan como un ejemplo de salida por criterio estructural tanto lógico como ético, la idea sería tratar de llegar a estados como este, en los cuales sea imposible que uno sea sin dos y tres, esto de alguna manera es por defecto, pero la tarea es llevar a los sujetos hasta estos extremos para que puedan por ellos mismos consolidar por experiencia la "conveniencia" de este tipo de "estilo" resolutorio.
Alli la tarea, aqui el intento.
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